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// Bolivia, el homenajeado del #22FLVR

Novedades - Publicado el 02 de Septiembre de 2015

Con films de Sanjinés y Loayza –dos de sus directores consagrados- y un pantallazo por la cinematografía actual, en la sección país invitado se mostrarán seis producciones bolivianas

Por Pamela Gaido
Nota publicada en la revista del 22FLVR

Desde su decimoséptima edición, el Festival Latinoamericano de Video y Artes Audiovisuales ha incorporado el bloque País Invitado; una sección que tiene como objetivo homenajear la cinematografía de un país latinoamericano y de esta forma, que sus producciones puedan apreciarse en toda la programación del festival, a través de retrospectivas de los directores más destacados, muestras de sus festivales más representativos y una selección de films clásicos y contemporáneos.

En las ediciones anteriores tuvieron su momento destacado Colombia, Uruguay, Brasil, México y Chile. Este año, el invitado de honor será Bolivia, hecho que es posible gracias a la colaboración del Concejo Nacional de Cine de Bolivia (Conacine), institución dependiente del Ministerio de Culturas y Turismo del Estado Plurinacional de Bolivia, a partir de la cual se ha facilitado el acercamiento a directores y películas que conforman la presente programación.

Los seis films seleccionados muestran un breve recorrido por el séptimo arte boliviano -de la mano de dos de sus directores íconos: Jorge Sanjinés y Marcos Loayza- pasando por tres de las producciones más recientes.

Sanjinés no solo fue uno de los primeros directores bolivianos en ganar premios internacionales, sino que durante los sesenta construyó una filmografía completamente original para la época: un cine político que apostó por igual al documental y a la ficción, y que se propuso visibilizar la cultura y las luchas indígenas. Junto a Oscar Soria y Ricardo Rada, fundó el grupo Ukamau –nombre de su primera obra- desde donde se creó la primera Escuela Fílmica Boliviana.

Ukamau (1966) es considerada la primera película hablada en aymara y a través de una historia de venganza, de un amor que termina en tragedia, presenta algunos rasgos incipientes en la indagación que más adelante desarrollaría Sanjinés en su radicalización estética y política. Si bien todavía no estaba presente su concepción cinematográfica asociada a la cosmovisión aymara del mundo, este film puede concebirse como un escalón fundamental en la búsqueda de una identidad cultural boliviana. En tanto, La nación clandestina (1989) es considerada una de las obras más importantes de este colectivo audiovisual. Teniendo como protagonista a un campesino –también de origen aymara- cuenta una historia de exilio, aislamiento, discriminación y exclusión, y por sobre todo el reconocimiento de que la existencia individual solo cobra sentido en la convivencia con los otros.

Marcos Loayza, quien integrará el jurado de premiación del #22FLVR, es otro de los importantes referentes de esta cinematografía. Con una impronta bien latinoamericana en su estilo narrativo, sus obras han sido premiadas a nivel mundial. Quizás una de sus más representativas –y más galardonadas- sea Cuestión de fe (1995), relato que muestra a un artesano buscavidas, a quien le cae un curioso encargo: construir una escultura de una virgen de tamaño natural y atravesar el monte boliviano para finalmente instalarla –sana y salva- en la hacienda de un mafioso de la zona, amenaza de muerte mediante. Con travellings magistrales y la cámara siempre en mano, Loayza logra construir un relato de cara a las mejores tradiciones narrativas del cine, sin perder de vista la genuinidad de sus personajes que no resisten exportación alguna.

Las otras tres películas que componen esta pequeña selección nos muestran un pantallazo de la producción cinematográfica boliviana en la actualidad. Olvidados, de Carlos Bolado, a través de la articulación de tiempos y espacios diferentes, habla de los sueños, la lucha, los ideales, las frustraciones y el dolor de personas que fueron víctimas de la denominada Operación Cóndor, el operativo que dejó al menos 50 mil personas asesinadas, 30 mil desaparecidas y 400 mil encarceladas durante las últimas dictaduras militares en Argentina, Bolivia, Brasil, Chile, Paraguay y Uruguay.

La temática de la migración es el eje central tanto de Eco del humo como de Norte estrecho. Eco del humo, ópera prima de Juan Álvarez, parte de la excusa de una potencial relación amorosa para adentrarnos en los secretos de una ciudad de La Paz alucinada, sagrada en sus formas y pagana en sus costumbres, desnuda y misteriosa, reflexiva y visceral. En tanto, Norte estrecho, de Omar Villarroel Valencia –a través de múltiples historias- una trama compleja, con Estados Unidos como escenario y con personajes latinoamericanos que construyen lazos aún más fuertes que entre sus propios compatriotas. 

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